El Bembé

Los seres humanos somos en un gran por ciento producto de nuestro entorno, decir lo contrario sería negar el enfoque histórico cultural de Vigotsky  que lidera los fundamentos de la escuela cubana de Psicología. De ahí que nunca pueda deshacerme del privilegiado honor  de criarme en un barrio conocido por Villa Miseria en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme. De ahí son mis aseres y mis cicatrices. Y de eso siempre voy a estar orgulloso.

Me voy a permitir un regreso en el tiempo para contar, o mejor, disparar ideas sobre un fenómeno cultural religioso. Mi único objetivo es compartir mis emociones, espero no herir sensibilidades. Quiso el destino que muy cerca de mi casa se repitiera todos los años una fiesta de santería, de esas que llaman Bembé.

Según Wikipedia, el Bembé es una fiesta de la religión Orisha en la mitología yoruba. Agrega el sitio que este acontecimiento fue históricamente una fiesta religiosa de los grupos étnicos africanos, que conservaron sus familias asentadas en las periferias de los bateyes de los ingenios, colonias de caña y fincas de café, fabricando sus bohíos con la autorización de los propietarios.

El Bembé- Foto tomada de Internet

Luego del chuchuchu teórico, vale destacar que comencé a escribir de la influencia del entorno, y no por gusto. Cuando niño temía a estas manifestaciones, me daba terror la posesión del caballo por un orisha, y más cuando los poseídos eran personas cercanas.

Por otra parte, nunca dejé de sentir cierta picazón cuando se escuchaba el tambor; como buen negro cubano sentía un estremecimiento que se convertía en movimiento melódico.

Así más o menos comenzó todo. Primero bailaba –dicen que no lo hacía tan mal-,  después tocaba campana, hasta que me propuse aprender a sacar sonidos del tambor: primero la mula, después el llamador y la caja, en ese orden de complejidad. En este propósito aportó bastante la formación de un grupo folclórico infantil, de la mano de la tía Raiza (en mi pueblo todos somos familia), quien baila el Yemayá más hermoso que he visto.

Todas las tardes en el Círculo Social nos reuníamos negritos… y blanquitos también  😉 para  desandar los caminos de nuestras raíces culturales. En el grupo infantil y los Bembé de mi barrio aprendí a tocar y a  cantar; aún lo hago, cuando en mi casa natal tomo un cubo entre mis piernas e invito a mi abuela a acompañarme con los coros o algún pasillito desde su artritis. Algo más o menos así: Awanileo Ogun Mariwo. Awanileo Ogun Mariwo. Ogun afomode. Oinle abere Mariwo. Ogunde bamba ♪♪♪.

Dicen por ahí que el que no tiene de congo tiene de carabalí… Aché  pa ustedes!!!!!!!!!!!!!!!!!!